Situación de las políticas públicas para la literatura en Brasil
Fábio Aristimunho Vargas
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Ponencia presentada en el XXVI Encuentro de Escritores Patagónicos, mesa “Literatura, sociedad y políticas culturales del Brasil”. Puerto Madryn, Argentina, 17 de agosto de 2008.
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El Estado Brasileño, en sus niveles federal, estadual (equivalente a provincial) y municipal, tiene un histórico prestigioso de políticas públicas vueltas a la cultura y a manifestaciones artísticas diversas, sobre todo a la producción de películas, teatro, música, cultura indígena y africana, artes plásticas, circo, entre otras manifestaciones culturales.
Sin embargo, en relación a la literatura las políticas públicas brasileñas lamentablemente se han históricamente orientado por algunos pequeños prejuicios infundidos en la sociedad. Tal situación se viene cambiando a los pocos en los últimos años, pero es importante conocer el histórico de políticas públicas para la literatura en Brasil para mejor comprender su realidad actual.
Para tanto enumero a algunos prejuicios infundidos en la sociedad con relación a la literatura y, después, explicaré su correlación con las políticas públicas entonces practicadas.
Primer prejuicio: escritores son personas muertas, o entonces personas que aparecen en la tele para hablar de temas que no les tocan, y por eso igualmente intangibles, lejanos de la realidad cotidiana. Como si no hubiera escritores vivos produciendo literatura hoy en día, como si escritores no tendrían el derecho de tener una obra todavía no consagrada, como si no les fuera permitido un tiempo para alcanzar la madurez de su obra, no les fuera permitido ser personas vivas.
Segundo prejuicio: literatura sirve para el vestibular. Es como si la literatura tuviera un objetivo práctico, el de preparar los jóvenes para el ingreso en la universidad. Vestibular, en Brasil, es el examen de admisión a la universidad y su grado de dificultad varía según el prestigio de la universidad a que se intenta ingresar. En Brasil la universidad pública es de muy mejor calidad que la universidad privada, mientras que la secundaria privada es de mejor calidad que la secundaria pública, de lo que resulta que la mayoría de lo estudiantes que ingresan en la universidad pública provienen de la secundaria privada, mientras que los estudiantes de la secundaria pública ingresan en la universidad privada. El vestibular resulta ser, así, un instrumento de perpetuación de la injusticia social.
Tercer prejuicio: sólo existe literatura relevante en grandes tiradas. Este prejuicio se debe a las características del país. Como Brasil es un país con amplia dimensión territorial y una población de 190 millones, se cree que solamente las grandes tiradas interesan, en la medida en que puedan alcanzar la amplitud del territorio nacional.
Estos son tres de los prejuicios más o menos infundidos en la sociedad en relación a la literatura, que, sin embargo, como todo prejuicio, no resisten a un análisis mínimamente racional y se deshacen en el aire. Son prejuicios, nada más. Lo cruel, sin embargo, es que estos prejuicios históricamente orientan las políticas públicas para la literatura en Brasil. A ver.
El primer prejuicio, “escritores son personas muertas”, condice con el criterio adoptado para seleccionarse a autores merecedores de recibir el fomento público. Sólo habría políticas públicas para publicarse a escritores canónicos, consagrados, aunque haya una saturación de ediciones de sus obras. Es como si, subvirtiéndose el dicho políticamente incorrecto de los cowboys americanos de otros tiempos, según los cuales “un indio bueno es un indio muerto” (sic), las políticas públicas para la literatura partieron del principio de que “un escritor bueno es un escritor muerto”.
El segundo prejuicio, “literatura sirve para el vestibular”, es el que más caracteriza las políticas públicas para la literatura. Las inversiones públicas en la literatura en general se confunden con inversiones en la educación formal. Con sus inversiones en la publicación de obras canónicas de lectura obligatoria para el vestibular, el gobierno considera cumplidos dos de sus obligaciones constitucionales: fomento a la cultura y fomento a la educación. “Matar dois coelhos com uma cajadada”, o matar a dos conejos con un solo golpe, se diría en portugués.
El tercer prejuicio, de que sólo grandes tiradas valen la pena, corresponde a una actitud típica de las políticas culturales en general. Si hay fomento público, la tirada es invariablemente grande. Tiradas de centenas de millares de ejemplares. De tal orientación resulta que el fomento público se queda vuelto sobre todo a la industria del libro, y no propiamente a la producción y creación literaria, lo que es claramente una inversión de valores.
Pero tal panorama, como se ha dicho, se viene cambiando en los últimos tres o cuatro años en Brasil. Es difícil precisar el marco a partir del cual la situación de las políticas públicas comenzó a cambiarse en Brasil, pero sí se puede destacar la importancia de la organización y de los movimientos de escritores que pasaron a hacerse oír por los poderes públicos y a luchar por sus reivindicaciones. Una de estas iniciativas fue el Movimento Literatura Urgente, de 2004, de que participaron más de 120 escritores brasileños de renombre. Su manifiesto, llamado Temos fome de literatura, o “Tenemos hambre de literatura”, reivindicaba políticas públicas para la creación literaria, entre otras propuestas más o menos polémicas. Este manifiesto fue entregue al Ministerio de la Cultura y a otras autoridades gubernamentales y sus frutos comienzan a hacerse sentir en las políticas públicas.
Con el reciente cambio de orientación de las políticas culturales para la literatura, hoy en día se pueden observar a diversas iniciativas de fomento público para la literatura en los niveles federal, estadual y municipal. Concretamente, el Ministerio de la Cultura, la Secretaría de Estado de la Cultura de San Pablo y la municipalidad de San Pablo patrocinan importantes convocatorias para la selección de proyectos de patrocinio a la creación literaria y otras actividades relacionadas a la literatura actualmente producida, además de las convocatorias de empresas estatales, tales como las de la Petrobras y del banco Caixa Econômica Federal.
Como ejemplos de este cambio de actitud, puedo citar a algunos proyectos de que participé directamente y que merecieron el patrocinio público:
1. el periódico O Casulo, de cuyo consejo editorial soy miembro, que publica sobre todo poesía de autores brasileños contemporáneos y que, en sus orígenes, era mantenido exclusivamente por donaciones de los editores y por anuncios pagos. O Casulo ganó por dos veces la convocatoria de la municipalidad de San Pablo para publicarse en una tirada de 30 mil ejemplares a partir de su número 5 (actualmente está en el número 9), siendo distribuido en escuelas públicas de la ciudad;
2. el encuentro Tordesilhas – Festival Ibero-Americano de Poesia Contemporânea, desarrollado en 2007 en San Pablo, de que fui uno de los organizadores, que proporcionó la participación de cerca de 40 escritores de países como España, Portugal, Cuba, México, Perú, Ecuador, Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina. Este encuentro tuvo el patrocinio del banco Caixa Econômica Federal, tras ganar una grande convocatoria pública nacional y demasiado concurrida;
3. el encuentro FLAP!, celebrado en San Pablo y Río de Janeiro, que en su cuarta edición en agosto de 2008 se convirtió en un festival internacional, del cual participaron escritores de diversos países de Latino América (Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, México, Guatemala, Cuba). El encuentro tuvo el patrocinio de, entre otras entidades, la Associação Paulista de Amigos da Arte, vinculada a la Secretaría de Estado de la Cultura de San Pablo. El intercambio de experiencias que proporcionan festivales como estos, a ejemplo del presente Encuentro de Escritores Patagónicos, es de inmensurable importancia para el desarrollo de la producción literaria actual.
A título de conclusión, se puede decir que finalmente se pueden constatar unas consistentes políticas públicas para la literatura en Brasil, a ejemplo de lo que hace mucho tiempo se hace en áreas como el cine, el teatro, la música y muchas otras manifestaciones artísticas. No se quiere con ello decir que el gobierno no debería patrocinarlas a todas – sí que lo debe, pues que es su obligación constitucional fomentar las artes y la cultura, pero que no se olvide de la literatura, sobre todo la literatura practicada por escritores vivos.
Una lección que se puede aprovechar de este reciente cambio de postura de las políticas públicas para la literatura en Brasil es lo importante que es la unión de los escritores en defensa de sus intereses, que en última instancia es una defensa de los intereses de toda la sociedad, en la medida en que la literatura viva es un patrimonio cultural irrenunciable de un pueblo.
Publicado no Jornal do Anglo, n. 93, 10/9/08
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